Hay una pregunta cuyo trasfondo parece interesante debatir sobre el anime: ¿Crees que ver anime se quede contigo por un gran tiempo en tu vida o crees que mientras vayas creciendo el interés se irá perdiendo? En cierta medida es una pregunta que trae a colación un tema más grande y que genera de una manera u otra cierta incomodidad por parte de aquellos que se empiezan a considerar demasiado “grandes”/”viejos” para ver “dibujos animados”, especialmente para aquellas personas que ven “dibujitos chinos“.
Aparte del evidente trauma que tienen varias personas que ven anime, las cuales ocultan este hobby como si se tratara de un pecado mortal que hará que la sociedad les haga un bullying despiadado que los llevará al inminente suicidio, existe también una pregunta que llega a atormentar a todos aquellos amantes de la animación que se se encuentran rozando la base dos (Mayores de 20), y que se va acrecentando conforme pasan los años: ¿Soy ya muy viejo para ver anime?
Esta es una pregunta válida y que todo el que ha visto anime se ha hecho en algún momento de su vida. Es que la madurez y el anime son vistos como el agua y al aceite, dos elementos que no se combinan, que se repelen y que cualquier acto que los junte en una misma frase resulte contranatura, mal visto y cuestionado por la mayoría. Hablando desde occidente tenemos que ser conscientes de un lamentable hecho: La animación es inevitablemente puesta como sinónimos de “dibujos”, que a su vez es vista como sinónimo de “cosa de niños”. Si ha esto le sumamos el termino anime, o en su defecto “dibujitos chinos”, entonces tendremos la combinación perfecta para el desprecio.
Por un lado tenemos la eterna asociación del término a un mundo infantil, series dirigidas a los más pequeños del hogar, mientras por otra parte tenemos la asociación a un grupo de personas que están estigmatizadas por un comportamiento extravagante o por una serie de estereotipos que se asocian con una cultura otaku-nerd-friki-gamer (la gente las confunde, pese a que son diferentes en si mismas) que está mal vista.
En este sentido, se entiende el trauma generalizado de varias personas de siquiera admitir que les gusta el anime. La desinformación que existe con respecto al tema, las asociaciones que se dan por diversos estereotipos creados a lo largo de los años y el sentido común en donde la animación está irremediablemente asociada a la infancia, son algunas de las variables que hacen que el término MADUREZ y ANIME no se asocien en una misma oración. A esto podemos sumarle también el gran problema de la industria y de lo mainstream para el público objetivo (13-19 años). La gran mayoría de animes, esos que gozan de grande popularidad y de ejércitos de fanboys-fangirls son, en la mayoría de casos, series que no se caracterizan por su madurez o mensaje trascendental. El problema de lo popular es que normalmente no suele ser bueno, y es de esa manera que lo que se muestra como distintivo de la industria NO llega a ser ni la mitad de bueno que varias joyas poco conocidas que logran marcar hitos, no solo en la historia de la industria de animación japonesa, sino en la historia de la creación de ficción en general.
De esta manera, muchas de las historias en el anime no solo han inspirado historias de culto (Es bien sabido que Matrix se inspira en Ghost in the Shell, solo por poner el ejemplo más popular que existe), sino que proponen tramas con alto contenido filosófico, mensajes de vida y propuestas sociales o psicológicas que pueden revolucionar tu forma de entender el mundo, logrando algo que lamentablemente pasa muy poco en el mundo del entretenimiento, “hacerte pensar“. Son poco conocidas, y por ende, no suelen relacionarse comúnmente con una industria que tiene como máximos representantes a un grupo de chicas tetonas, a personajes shounen como Naruto o animes de los noventas, como Dragon Ball. Sin desmerecer a los dos últimos, pero admitamos que en términos de sustancia existen animes mucho mejores.
Lo triste de la historia del anime, y por lo cual el conflicto de madurez se acrecienta es que cuando hablamos de animación japonesa los referentes que saltan a la vista son Naruto, Bleach, Dragon Ball, entre otros. No son animes malos, considerando que Dragon Ball es toda una obra de culto o que pese a todo, Naruto tuvo sus momentos (aunque la misma industria echó a perder el anime haciéndolo un culebrón interminable y ya con poco sentido). Es cierto que muchos tienen mensajes muy buenos, pero dentro de toda su sobre-exposición estos se pierden en el olvido. Son, además, animes que están dirigidos para gente muy joven que todavía se encuentran en un proceso de maduración, de aprendizaje, de conformación de sus gustos y con poca experiencia de vida. De esta manera, cae el peso de la gran masa poblacional a la que suele estar dirigido el anime y que mueve a la industria (De 13 a 19 años de edad), mostrando esta las tendencias hacia una clase de animes e historias específicas (Muñequitos coloridos peleando con poderes irreales y venciendo malos, alguna que otra broma sexual-fanservice y un fandom que a veces puede dar vergüenza ajena).
Y entonces volvemos a la cuestión y decimos que no importa la edad de uno, los prejucios de la gente que ignora las ventajas de la aficción del anime siempre van a ser más porque estamos en una cultura occidental que pone etiquetas ofensivas a personas que siguen otras culturas y costumbres.
Posteo proveniente de Entre sábanas y almohadas.