30/5/18
Hotarubi no mori e y divagues
A pesar de que parezca o quiera parecer alguien que ve obras tales como terror, suspense y thrillers soy alguien que está abierto a probar muchos géneros más. Pero hay una etiqueta que mancha esta actividad tan gratificante que es el leer: la especificidad de gustos de cada uno. Luego de que uno lee muchas obras de ciencia ficción uno se vuelve un soñador fantasioso, si uno lee novelas de terror es a veces un "loco masoquista", o si lees novelas románticas sos un iluso. Y así como te marcan por leer más novelas de un género, te marcan por leer las que no están en el margen del mismo género que ellos pensaban que vos estabas acostumbrado a leer pero que realmente esas personas te impusieron, castigándote. Por ejemplo, si leo novelas de terror tengo estrictamente prohibido leer romance. Literal, no podés ni de soslayo leer la sinopsis de una obra de romance que ya te tienen señalado con el dedo. Y a esto quiero llegar. El romance y el terror son opuestos. Aunque es así eso no quiere decir que si lees uno tenés que aborrecer al otro. Más si son hombre.
Que no te gusten y que sea más devoto al terror, al parecer, da una connotación prejuiciosa. Bueno, eso se espera de alguien que es un Lector Constante del señor King, un discípulo de Cthulhu, un amante de los cuervos y gatos negros y un demente cuyo estómago se banca el gore de Berserk y las obras de Ito. Pero llega un momento en que te cansás de eso, y uno corre el peligro de empalagarse y aburrirse de la lectura de novelas gráficas y libros, cosa que no quiero que ocurra. Nadie lo quiere.
¿Y a qué viene eso? Bien. Es para sosegar un poco mi pudor y poder justificar esto: me gusta el romance. Sí, me gusta leer obras así. Y que yo no lea tan seguido a este es porque este tipo de cosas me ponen melancólicamente tonto, me imbuyen sentimientos tristes, ya que al encontrarme solo y haber sido y seguir siendo un fracaso en las relaciones amorosas contribuye a alimentar mi soledad y proscribir mis esperanzas de tener alguna conexión especial como las de estas obras, o por lo menos de tener éxito en encontrar a alguien que no se vaya al conocerme, con la que pueda compartir cosas. Por ende, luego de consumir estas, como dicen muchos apegándose a las etiquetas, mariconadas, me encuentro escuchando música más deprimente; acostado en mi cama imaginándome como en una película de la que yo soy el protagonista y estoy en medio de una crisis en la cual luego, a modo de deus ex machina, la "sorpresiva" aparición de una persona me salva de encerrarme en mis propios sentimientos; o filosofando. Todo esto para ponerme más triste, ya que si me voy a hundir, prefiero hundirme hasta el fondo. ¿Por puro masoquismo? No. Para poder encontrarme a mí mismo y pensar qué es lo que quiero de verdad. Uno no vislumbra de mejor manera lo que se quiere estando en crisis o tocando fondo, como quieran llamarlo.
En síntesis, me deprimo, pero la ambivalencia de estas cosas me permite contrarrestar un poco esa angustia interior que repta en mí y que evoco.
Aunque es algo que me cuesta hablar, ya que es algo más íntimo y personal y no pertenece a los habituales post de este blog, solo quería sacar a respirar un poco mi lado sensible y utilizarlo para darle pie a una pequeña reseña de Hotarubi no mori e. O "En el Bosque de las Luciérnagas".
Hotarubi no mori e es... ¿Cómo decirlo? Una representación rebuscada y austera pero efectiva de la idea de que dos personas con una afinidad muy estrecha y especial pueden estar muy cerca pero nunca tocarse. Cursi, ¿no? Bueno, lo entiendo, es una idea que ya se ha tratado en otras historias. Muchísimas. Pero hay una diferencia que hace más ameno todo este asunto de un amor imposible: está en formato anime y también manga. Y, ¿qué mejor que una historia contada a través de un buen dibujo y sin tantas subtramas superfluas características de una telenovela turca de esas que trasmiten actualmente y están de moda? (Perdón, pero las aborrezco con todo ser).
Lo que quiero decir es que no es tan larga como para aburrir ni tan corta como para no cumplir con su objetivo, que es relatarnos los encuentros de cada verano entre Hotaru y Gin. Hotaru, una niña que visita a su abuelo cada verano se pierde en el bosque. Pero sorpresivamente se encuentra con un chico con una máscara blanca de zorro. Esta, aliviada por haber sido encontrada, busca abrazar para agradecer al extraño, pero este la esquiva innumerables veces, dándonos un cómico momento. Y luego viene el porqué el chico alto no se dejaba tocar: es un yokai.
Un yokai es un espíritu del folclore japonés que habita en el bosque junto a otros. Si este es tocado por un humano dejará de existir. Así, con esta condición en la relación de ambos, podremos apreciar una tierna y cómica historia de amor entre estos dos. Pero... ¿No hay mucha diferencia entre sus edades? No se preocupen que pedofilia no hay en este anime/manga. El relato nos muestra a la niña y su vida de forma diacrónica, es decir su evolución a través de todos los veranos que iba de su abuelo. Y a pesar del paso de los años, al parecer Gin seguía con el mismo aspecto, indiferente físicamente al transcurso del tiempo, esperando con una paciencia inmortal y ansiosa la llegada del verano y con esta, el arribo de la visita de su amiga Hotaru.
Y lo bueno es que no se entretiene en subtramas que le quitan importancia a lo central, que es ver como el afecto entre ambos va cambiando y se van haciendo mucho más cercanos. Pero así, sabiendo que nunca se podrán tocar, nos dan la esperanza de que se puede ser feliz con la persona que queremos a nuestro lado.
Otra de las mejores cosas que tiene es que nos muestra una parte de lo que sería el folclore, la tradición y las creencias que pueden predominar en ciertas regiones de Japón, mostrándonos un festival de espíritus en el que también participan los humanos, los paisajes naturales predominantes tan hermosos que esperan por ser visitados, entre otras cosas.
Si bien tiene buen ritmo y es ameno, es tan corto que deja algunas cosas inconclusas o no desarrolladas, como por ejemplo, la vida urbana de la niña fuera de los acontecimientos veraniegos con Gin. Ella se sentirá ansiosa y deprimida todos los años por la llegada del verano.
¿Cómo terminará esto? A verlo. Solo diré que es triste y que dura CUARENTA MINUTOS. Y son menos si se lee el manga, el cual tiene el mismo impacto emocional que el anime y fue creado por Yuki Midorikawa. Además, se destaca perfectamente el entorno natural de ambos, manga y anime (más anime), el cual la autora tuvo que inspirarse en lugares reales de Japón.
¿Qué más decir sobre esto? Nada, es un anime supercorto y me quedo sin ideas para convencerlos para verlo.
Gracias por leer.
21/5/18
Filosofía en la actualidad
Comparto un texto que teníamos pendiente de realizar para el exámen de filosofía, en el cual se debían incluir varios conceptos aprendidos y responder algunas preguntas. Espero que guste...
Muy a pesar de los textos que he leído, admito que me encuentro un poco inerme ante este desafío que se nos ha endosado. A mi me gusta pensar y me gusta divagar, pero a pesar de eso prefiero rehuir de esto.
Atribuiría este hecho a que me produce apatía que los otros sepan lo que estoy pensando o sintiendo, porque a pesar de que siempre intento organizar coherentemente lo que quiero decir, fallo. Y este fracaso ante no poder expresarme correctamente, potenciado con el juicio de otros, da nacimiento a este mutismo mío. Además, no suelo conseguir inspiración, y cuando la consigo me pongo a rumiar mis ideas por un largo rato hasta tenerlas casi claras.
Es gracias a la escritura que me puedo sentir cómodo de purificar mi mente de inquietudes e incógnitas, de sentimientos o de disparates. Y bueno, ahí viene la catarsis…
La primera incógnita con la que voy a dar pie al texto es lo relacionado con la diferencia del saber, el pensar y el saborear. A priori, antes de proponer algo, me parece que es menester ponerme a modo de Wikipedia y definir al pensar como una reacción inherente e inteligente del ser humano que surge a partir del contacto con algo que no sabemos, y es tan importante porque gracias a que pensamos podemos concebir a la esencia a partir de la existencia. Y a primera instancia, aquello que es desconocido nos incomoda, porque todo lo que no sabemos nos molesta, ya que todo lo que es asimétricamente ajeno a nuestra propiedad nos perturba. Así, comienza un proceso de apropiación para luego convertirse en saber, en propiedad. A lo desconocido, para comenzar, le buscamos el parecido con algo familiar; y luego terminamos por revisarlo de hito en hito, in extenso. Hecho el análisis, uno lo patenta de manera única en su mente. Y esta propiedad, a la que se llama saber, se le puede ir modificando. Pero, ¿Porqué al saber lo tengo como propiedad? Porque a medida que han pasado los siglos y las décadas, se ha vuelto tendencia cosificar al saber, connotación de que cada vez menos se lo está saboreando, sino que se lo está tragando.
Y ahora voy a introducir una analogía algo grotesca pero verosímil: El saber es comida. Y, ¿Cómo es consumida la comida en estos tiempos? Se dice que en la actualidad se ha desarrollado la costumbre de vivir rápido (¿y morir rápido?), de que estamos hundidos en nuestras responsabilidades y modas y olvidamos lo que es disfrutar del momento. Pero no voy a salir con el típico “carpe diem”. No. A lo que quiero llegar con esto es que no se disfruta de la comida cuando se almuerza o cena. Se realiza “a las apuradas”.
Tomando en cuenta todavía la analogía del saber como comida, se pueden ver personas anoréxicas, es decir, personas que rechazan la comida (o saber) y se quedan sumidos en su flaqueza o ignorancia consciente; también pareciera que muchos nos quisiéramos ahogar en comida, como si estuviéramos angustiados por no poder meternos más y más en la boca, por no poder contener más saber, y entonces nos volvemos bulímicos, es decir, vomitamos la comida o saber para meternos nuevamente otra comida o, valga por última vez la redundancia, el saber; existen los vigoréxicos, que buscan suplementos para parecer cada vez más musculosos o intelectuales; y por último, los críticos de la comida, cuyo lugar es el que ocupan los filósofos, ya que estos se detienen a saborear el saber. Lo peor es que todos esos trastornos neuróticos nacen muchas veces por la premisa de quedar bien ante la sociedad, es decir, de quedar como alguien que sabe, y alguien que sabe, como creen todavía muchas personas, es sinónimo de ser inteligente e intelectual, lo cual otorga un nivel de respeto ante los que nos rodean. Y mucha gente los respalda a ellos, pero nunca a los críticos (filósofos), quienes buscan reivindicar la verdad y el valor del saber.
Y ya que estamos, ¿Qué es filosofar?
Por lo que puedo entender, es una herramienta inexorablemente infaltable en el trabajo de un filósofo, y que podría explicarla burdamente como un amalgama de incógnitas, que derivan en respuestas, hipótesis o teorías, y que desemboca en muchas más incógnitas o dudas, solo para llegar a un fin que no está. Y esto, cuanto menos, es peculiar. Mis razones para considerarlo así es porque, desde mi perspectiva, filosofar sería algo que nos ha permitido trascender de aquellas explicaciones insensatas de los fenómenos para comprenderlo todo lo mejor y más racionalmente posible. Pero creo que así como debe ser un elemento hiper útil, creo que es algo que ensucia el ánimo cada vez que se lo usa. ¿Es que uno no se aturde de tanto filosofar e internalizar? ¿No se abruma de tantas preguntas y pocas respuestas? Por eso, es difícilmente complejo el concepto de filosofar. Sí apostaría a que filosofar le da un sentido a la vida. Satisface dudas, pero nos llena de otras más. Y no. No es malo esto. Así como el motivo de ser de muchos es la religión, a aquellos que no les satisface esa verdad sobrenatural derivan buscando la verdad absoluta. No sabría decir si para satisfacer su curiosidad o para mantenerse ocupados y no pensar en qué es lo que le da sentido a la vida.
Otra consigna es: ¿Cuándo y cómo se hace filosofía?
La filosofía se hace naturalmente desde que tenemos la capacidad cognitiva de pensar, ya que son dos conceptos que se encuentran estrechamente ligados. Pero desde un sentido sistemático y racional, se logra luego de que se comprenden o se abarcan ciertos conceptos o saberes abstractos y se los relaciona con cosas concretas. Luego, la filosofía es cosa cotidiana (pero asímismo no es tomada con la seriedad que se merece en la actualidad). En la vida diaria ocurren varios momentos en que recibimos estímulos que nos hacen filosofar, como el asombro que nos produce algún fenómeno majestuoso y monstruoso. A mi me ocurre con los rayos que caen cerca de la ventana de mi campo en la noche. Son estruendosos, monstruosos y majestuosos. Te hacen pensar que sos muy pequeño. Otro es la duda, por ejemplo, cuando la credibilidad de algún conocimiento o creencia es puesto en tela de juicio por nosotros mismos. Y el último es la situación límite. Estas situaciones son en las que sobrecargados de pensamientos explotamos en preguntas, dudas, asombro y comenzamos a pensar en nuestra situación actual y aquella situación límite que vivimos.
Por último, y no menos importante: ¿Porqué razones creo que está incluida la materia Filosofía en el plan de estudios de todos los últimos años del secundario?
¿A quién se le ocurre hacer esta pregunta? Yo. En un principio me hacía esta misma, cuestionando la utilidad de la Filosofía. Y si me hubieran pedido que dé una idea mía de para qué me podía servir, sin pelos en la lengua hubiera intentado tirarla abajo, porque así de altanero soy a veces (a veces). Pero esta materia me está ayudando a encontrarme a mí mismo, a no apegarme a los saberes ni basar mis pensamientos en los de los otros. Me ha ayudado a tener un criterio, a internalizar, y a encontrarme con cuestiones con las que tengo que arreglar unos rounds y a aprender a que si me dejan en lona puedo levantarme y seguir. Pero me enseña también a que toda pelea que se empieza con una cuestión siempre perdurará hasta mi muerte, por lo tanto tengo que aceptar. Y es ahí en donde también aprendo a concebir la realidad de distintas maneras y a luchar para comprender.
Hasta acá llegué.
Veni, vidi, vici.
Muy a pesar de los textos que he leído, admito que me encuentro un poco inerme ante este desafío que se nos ha endosado. A mi me gusta pensar y me gusta divagar, pero a pesar de eso prefiero rehuir de esto.
Atribuiría este hecho a que me produce apatía que los otros sepan lo que estoy pensando o sintiendo, porque a pesar de que siempre intento organizar coherentemente lo que quiero decir, fallo. Y este fracaso ante no poder expresarme correctamente, potenciado con el juicio de otros, da nacimiento a este mutismo mío. Además, no suelo conseguir inspiración, y cuando la consigo me pongo a rumiar mis ideas por un largo rato hasta tenerlas casi claras.
Es gracias a la escritura que me puedo sentir cómodo de purificar mi mente de inquietudes e incógnitas, de sentimientos o de disparates. Y bueno, ahí viene la catarsis…
La primera incógnita con la que voy a dar pie al texto es lo relacionado con la diferencia del saber, el pensar y el saborear. A priori, antes de proponer algo, me parece que es menester ponerme a modo de Wikipedia y definir al pensar como una reacción inherente e inteligente del ser humano que surge a partir del contacto con algo que no sabemos, y es tan importante porque gracias a que pensamos podemos concebir a la esencia a partir de la existencia. Y a primera instancia, aquello que es desconocido nos incomoda, porque todo lo que no sabemos nos molesta, ya que todo lo que es asimétricamente ajeno a nuestra propiedad nos perturba. Así, comienza un proceso de apropiación para luego convertirse en saber, en propiedad. A lo desconocido, para comenzar, le buscamos el parecido con algo familiar; y luego terminamos por revisarlo de hito en hito, in extenso. Hecho el análisis, uno lo patenta de manera única en su mente. Y esta propiedad, a la que se llama saber, se le puede ir modificando. Pero, ¿Porqué al saber lo tengo como propiedad? Porque a medida que han pasado los siglos y las décadas, se ha vuelto tendencia cosificar al saber, connotación de que cada vez menos se lo está saboreando, sino que se lo está tragando.
Y ahora voy a introducir una analogía algo grotesca pero verosímil: El saber es comida. Y, ¿Cómo es consumida la comida en estos tiempos? Se dice que en la actualidad se ha desarrollado la costumbre de vivir rápido (¿y morir rápido?), de que estamos hundidos en nuestras responsabilidades y modas y olvidamos lo que es disfrutar del momento. Pero no voy a salir con el típico “carpe diem”. No. A lo que quiero llegar con esto es que no se disfruta de la comida cuando se almuerza o cena. Se realiza “a las apuradas”.
Tomando en cuenta todavía la analogía del saber como comida, se pueden ver personas anoréxicas, es decir, personas que rechazan la comida (o saber) y se quedan sumidos en su flaqueza o ignorancia consciente; también pareciera que muchos nos quisiéramos ahogar en comida, como si estuviéramos angustiados por no poder meternos más y más en la boca, por no poder contener más saber, y entonces nos volvemos bulímicos, es decir, vomitamos la comida o saber para meternos nuevamente otra comida o, valga por última vez la redundancia, el saber; existen los vigoréxicos, que buscan suplementos para parecer cada vez más musculosos o intelectuales; y por último, los críticos de la comida, cuyo lugar es el que ocupan los filósofos, ya que estos se detienen a saborear el saber. Lo peor es que todos esos trastornos neuróticos nacen muchas veces por la premisa de quedar bien ante la sociedad, es decir, de quedar como alguien que sabe, y alguien que sabe, como creen todavía muchas personas, es sinónimo de ser inteligente e intelectual, lo cual otorga un nivel de respeto ante los que nos rodean. Y mucha gente los respalda a ellos, pero nunca a los críticos (filósofos), quienes buscan reivindicar la verdad y el valor del saber.
Y ya que estamos, ¿Qué es filosofar?
Por lo que puedo entender, es una herramienta inexorablemente infaltable en el trabajo de un filósofo, y que podría explicarla burdamente como un amalgama de incógnitas, que derivan en respuestas, hipótesis o teorías, y que desemboca en muchas más incógnitas o dudas, solo para llegar a un fin que no está. Y esto, cuanto menos, es peculiar. Mis razones para considerarlo así es porque, desde mi perspectiva, filosofar sería algo que nos ha permitido trascender de aquellas explicaciones insensatas de los fenómenos para comprenderlo todo lo mejor y más racionalmente posible. Pero creo que así como debe ser un elemento hiper útil, creo que es algo que ensucia el ánimo cada vez que se lo usa. ¿Es que uno no se aturde de tanto filosofar e internalizar? ¿No se abruma de tantas preguntas y pocas respuestas? Por eso, es difícilmente complejo el concepto de filosofar. Sí apostaría a que filosofar le da un sentido a la vida. Satisface dudas, pero nos llena de otras más. Y no. No es malo esto. Así como el motivo de ser de muchos es la religión, a aquellos que no les satisface esa verdad sobrenatural derivan buscando la verdad absoluta. No sabría decir si para satisfacer su curiosidad o para mantenerse ocupados y no pensar en qué es lo que le da sentido a la vida.
Otra consigna es: ¿Cuándo y cómo se hace filosofía?
La filosofía se hace naturalmente desde que tenemos la capacidad cognitiva de pensar, ya que son dos conceptos que se encuentran estrechamente ligados. Pero desde un sentido sistemático y racional, se logra luego de que se comprenden o se abarcan ciertos conceptos o saberes abstractos y se los relaciona con cosas concretas. Luego, la filosofía es cosa cotidiana (pero asímismo no es tomada con la seriedad que se merece en la actualidad). En la vida diaria ocurren varios momentos en que recibimos estímulos que nos hacen filosofar, como el asombro que nos produce algún fenómeno majestuoso y monstruoso. A mi me ocurre con los rayos que caen cerca de la ventana de mi campo en la noche. Son estruendosos, monstruosos y majestuosos. Te hacen pensar que sos muy pequeño. Otro es la duda, por ejemplo, cuando la credibilidad de algún conocimiento o creencia es puesto en tela de juicio por nosotros mismos. Y el último es la situación límite. Estas situaciones son en las que sobrecargados de pensamientos explotamos en preguntas, dudas, asombro y comenzamos a pensar en nuestra situación actual y aquella situación límite que vivimos.
Por último, y no menos importante: ¿Porqué razones creo que está incluida la materia Filosofía en el plan de estudios de todos los últimos años del secundario?
¿A quién se le ocurre hacer esta pregunta? Yo. En un principio me hacía esta misma, cuestionando la utilidad de la Filosofía. Y si me hubieran pedido que dé una idea mía de para qué me podía servir, sin pelos en la lengua hubiera intentado tirarla abajo, porque así de altanero soy a veces (a veces). Pero esta materia me está ayudando a encontrarme a mí mismo, a no apegarme a los saberes ni basar mis pensamientos en los de los otros. Me ha ayudado a tener un criterio, a internalizar, y a encontrarme con cuestiones con las que tengo que arreglar unos rounds y a aprender a que si me dejan en lona puedo levantarme y seguir. Pero me enseña también a que toda pelea que se empieza con una cuestión siempre perdurará hasta mi muerte, por lo tanto tengo que aceptar. Y es ahí en donde también aprendo a concebir la realidad de distintas maneras y a luchar para comprender.
Hasta acá llegué.
Veni, vidi, vici.
8/5/18
La sombra del viento: Amor, odio, amistad y venganza.
¿Qué es el amor? Sinceramente no podría urdir una respuesta aproximada que pueda describir este concepto abstracto ni tampoco logro comprenderlo del todo. Sí podría decir que el amor es un punto fuerte en la voluntad del ser humano que a veces nos encuentra tonteando con la soledad y nos vuelve unos vehementes e ilusos a fuerza de golpes, nos hace protagonistas de acciones cuestionables para el sentido común pero no para el sentido y deseo propio.
El sentido común no es menos que el chásis del vehículo que representa el motivo del ser, y el sentimiento es el volante que sirve para el direccionamiento. Y alguien que vaya a entrometerse en la decisión de una víctima de este ente omnipresente que es el amor no puede cuestionar. Uno diría que tendría que saber las razones de sus acciones, pero lo que de verdad mueve es el sentimiento, y eso no se puede explicar ni endosar a manera de ejemplo.
Aquella simple base del funcionamiento de este nosequé que nos mueve y nos ilusiona, nos vuelve locos y felices es también un arma de doble filo. Nos convierte a la fuerza y nos forja la personalidad, pero también puede despedazarla y transformarnos en seres de odio, de muerte, y eso es otro sentimiento que mueve tanto como el amor.
La diferencia entre el odio y el amor es abismal, pero su relación es entrecha y la frontera entre ambas es tan ínfima que se puede pasar del uno al otro sin uno darse cuenta, y nos puede mostrar muchas cosas de nosotros mismos que ni en lo más remoto de nuestros pensamientos miraríamos de soslayo. Y el odio, así como el amor, no sólo es hacia otro. Puede estar dirigido hacia un objeto, un recuerdo o incluso hacia uno mismo.
Así, esto forma parte del individuo como algo inherente. No se puede evitar el amor y el odio, pero sí es posible rendirse ante uno de estos y darle las riendas de nuestro ser.
Bien. ¿A qué viene todo este divague?...
Escribí esto pensando en el libro La Sombra del Viento, del señor Carlos Ruiz Zafón. Y su historia no trata esto directamente, sino que lo aplica en la evolución de los personajes que lo protagonizan.
Una historia de amor, de odio, de venganza, de amistad y de admiración es lo que encierra la novela del español, quien nuevamente hace gala de su talento único para que uno no quiera abandonar sus páginas. La gran Barcelona, como siempre en esta tetralogía del Cementerio de los Libros Olvidados, es el gótico escenario de esta historia monumental. Y Zafón no le quita importancia al escenario, porque siempre describe con sumo detalle cada lugar y calle, nos pone en antecedentes de cada lugar que visitan los personajes y, algo que debo destacar es la ambientación en pleno Franquismo.
Segundo: La trama. El señor Zafón no es alguien que se conforme con una trama atrapante, porque lo que hizo con esta novela es más que una simple trama que da pie a una incógnita o misterio y que termina derrochando capítulos con más Cliffhangers que una serie de Netflix. No. El autor realiza una trama en forma de tela de araña, una en la que hay que sumergirse más y más profundo para conseguir comprender los hechos y los personajes.
La cosa es seria con la trama, porque como todo libro o serie hace uso del recurso del Cliffhanger, pero no abusa de este ni lo explota para que leamos más y más capítulos en una misma noche. Sí juega con nuestro interés por los personajes, un punto importantísimo que siempre está presente en Zafón y en este libro pone en tela de juicio cuál de los dos es más importante para cautivar al lector: ¿Trama o personajes?
La ventaja de leer a este señor es que tiene un vocabulario exquisito y variado en cada diálogo y estos son ingeniosos, por lo tanto no se nos hace frustrante leerlos, porque el contexto en que pone cada frase y palabra dejan satisfecho y una buena enseñanza. Y además el libro se hace muy llevadero para cualquiera. Se pasa como el agua.
Los personajes tiene una personalidad y filosofía bien definida. Razón por la que me encantó mucho este libro fueron todos y cada uno de sus personajes, los cuales el escritor se molesto en crearlos de manera tal que hubiera una segura empatía por cada uno. Hasta con el antagonista, el odiable Fumero.
Bueno. Antes de lanzarme a destripar más los detalles de la novela voy a comenzar con la sinopsis:
Nuestro protagonista es Daniel Sempere, hijo del Sempere de El juego del Ángel (no el tierno señor que le regalaba libros a David Martin, sino su tímido hijo). Da apertura al libro con Sempere padre e hijo entrando al Cementerio de los Libros Olvidados, siendo la primera vez para el niño. Como su padre le cuenta que cada persona que entra a aquel valioso lugar elige un libro (o el libro elige a la persona) y esta tendrá la obligación de proteger y cuidar el libro con su vida. Daniel, sorprendido por todo el mundo de estanterías, hace viajar a sus ojos por un infinito camino de lomos hasta encontrar un libro que le da el título a esta novela: La sombra del viento. Daniel lo lee en una noche y queda, como diría un español (me encanta esta palabra), flipando. Carax fue el autor de su nuevo favorito libro, y la meta del niño es leer más de este. Pero se encuentra que ese libro es uno de los pocos que ronda del autor.
El problema serio cae cuando un tal Laín Coubert quiere comprárselo para quemarlo. Y la cosa se pone más complicada para nuestro prota cuando en medio de sus salidas de detective aparece en escena el antagonista principal, un tal Francisco Fumero, hombre de sangre fría, descarado, cruel y déspota, que se cruzan por casualidad pero se verá con el paso de las páginas que el objetivo de ambos no es tan diferente, porque el escritor entrelaza las historias de varios personajes con una picardía formidable.
El ritmo a veces es frenético, otras veces lento (pero nunca aburrido). Ni bien se resuelven incógnitas aparecen otras que nos hacen más ruido. Y ni bien pensamos que no podría pasar nada más Zafón nos agarra y nos sorprende a cachetazos con las sorpresas y revelaciones.
La historia no es sólo de Daniel, porque se relata otra historia paralela y similar a la del joven. Y de alguna manera el autor ha querido relacionar esto y finalizarlo juntando a ambas y dar un desenlace épico que deja a uno comiéndose las uñas y reflexionando de las enseñanzas que nos dejan los personajes.
Y bueno, dando por finalizada la reseña, digo que es un libro que marca más por los personajes que por la trama, a pesar de lo bien organizada y tratada que esté. Debo decir Carlos Zafón lo hizo nuevamente, rompió con mis expectativas y escaló más escalones arriba de los escritores que más me gustan. Pretendo algún día terminar la tetralogía del Cementerio de los Libros Olvidados y seguir a este señor que tanto me cautiva. Gracias por leer.
Bien. ¿A qué viene todo este divague?...
Escribí esto pensando en el libro La Sombra del Viento, del señor Carlos Ruiz Zafón. Y su historia no trata esto directamente, sino que lo aplica en la evolución de los personajes que lo protagonizan.
Una historia de amor, de odio, de venganza, de amistad y de admiración es lo que encierra la novela del español, quien nuevamente hace gala de su talento único para que uno no quiera abandonar sus páginas. La gran Barcelona, como siempre en esta tetralogía del Cementerio de los Libros Olvidados, es el gótico escenario de esta historia monumental. Y Zafón no le quita importancia al escenario, porque siempre describe con sumo detalle cada lugar y calle, nos pone en antecedentes de cada lugar que visitan los personajes y, algo que debo destacar es la ambientación en pleno Franquismo.
Segundo: La trama. El señor Zafón no es alguien que se conforme con una trama atrapante, porque lo que hizo con esta novela es más que una simple trama que da pie a una incógnita o misterio y que termina derrochando capítulos con más Cliffhangers que una serie de Netflix. No. El autor realiza una trama en forma de tela de araña, una en la que hay que sumergirse más y más profundo para conseguir comprender los hechos y los personajes.
La cosa es seria con la trama, porque como todo libro o serie hace uso del recurso del Cliffhanger, pero no abusa de este ni lo explota para que leamos más y más capítulos en una misma noche. Sí juega con nuestro interés por los personajes, un punto importantísimo que siempre está presente en Zafón y en este libro pone en tela de juicio cuál de los dos es más importante para cautivar al lector: ¿Trama o personajes?
La ventaja de leer a este señor es que tiene un vocabulario exquisito y variado en cada diálogo y estos son ingeniosos, por lo tanto no se nos hace frustrante leerlos, porque el contexto en que pone cada frase y palabra dejan satisfecho y una buena enseñanza. Y además el libro se hace muy llevadero para cualquiera. Se pasa como el agua.
Los personajes tiene una personalidad y filosofía bien definida. Razón por la que me encantó mucho este libro fueron todos y cada uno de sus personajes, los cuales el escritor se molesto en crearlos de manera tal que hubiera una segura empatía por cada uno. Hasta con el antagonista, el odiable Fumero.
Bueno. Antes de lanzarme a destripar más los detalles de la novela voy a comenzar con la sinopsis:
Nuestro protagonista es Daniel Sempere, hijo del Sempere de El juego del Ángel (no el tierno señor que le regalaba libros a David Martin, sino su tímido hijo). Da apertura al libro con Sempere padre e hijo entrando al Cementerio de los Libros Olvidados, siendo la primera vez para el niño. Como su padre le cuenta que cada persona que entra a aquel valioso lugar elige un libro (o el libro elige a la persona) y esta tendrá la obligación de proteger y cuidar el libro con su vida. Daniel, sorprendido por todo el mundo de estanterías, hace viajar a sus ojos por un infinito camino de lomos hasta encontrar un libro que le da el título a esta novela: La sombra del viento. Daniel lo lee en una noche y queda, como diría un español (me encanta esta palabra), flipando. Carax fue el autor de su nuevo favorito libro, y la meta del niño es leer más de este. Pero se encuentra que ese libro es uno de los pocos que ronda del autor.
El problema serio cae cuando un tal Laín Coubert quiere comprárselo para quemarlo. Y la cosa se pone más complicada para nuestro prota cuando en medio de sus salidas de detective aparece en escena el antagonista principal, un tal Francisco Fumero, hombre de sangre fría, descarado, cruel y déspota, que se cruzan por casualidad pero se verá con el paso de las páginas que el objetivo de ambos no es tan diferente, porque el escritor entrelaza las historias de varios personajes con una picardía formidable.
El ritmo a veces es frenético, otras veces lento (pero nunca aburrido). Ni bien se resuelven incógnitas aparecen otras que nos hacen más ruido. Y ni bien pensamos que no podría pasar nada más Zafón nos agarra y nos sorprende a cachetazos con las sorpresas y revelaciones.
La historia no es sólo de Daniel, porque se relata otra historia paralela y similar a la del joven. Y de alguna manera el autor ha querido relacionar esto y finalizarlo juntando a ambas y dar un desenlace épico que deja a uno comiéndose las uñas y reflexionando de las enseñanzas que nos dejan los personajes.
Y bueno, dando por finalizada la reseña, digo que es un libro que marca más por los personajes que por la trama, a pesar de lo bien organizada y tratada que esté. Debo decir Carlos Zafón lo hizo nuevamente, rompió con mis expectativas y escaló más escalones arriba de los escritores que más me gustan. Pretendo algún día terminar la tetralogía del Cementerio de los Libros Olvidados y seguir a este señor que tanto me cautiva. Gracias por leer.
2/5/18
El Señor de las Moscas: Una alegoría de la naturaleza humana y la sociedad.
El Señor de las Moscas puede interpretarse como una alegoría de la sociedad, de la naturaleza humana, protagonizada por una treintena de niños. Pero ojo, este libro no es un libro infantil. Contiene tantos simbolismos como sangre.
Este libro es un clásico de la literatura, dejando al autor con el Premio Nobel de la Literatura, a pesar de que en la fecha de su publicación no se vendieron muchos ejemplares.
El nombre del libro se puede interpretar de dos maneras: una es que el título alude a la maldad humana, representada por Belcebú. El nombre de esta deidad deriva de Ba'al Zvuv, que significa El Señor de las Moscas. La otra interpretación sería de una cabeza de jabalí, como se ve en la portada, clavada en una lanza en la tierra. Este atrae a las moscas, por lo tanto, de ahí viene su nombre.
Bueno, hecha esta salvedad, prosigo con la trama. La novela empieza con la llegada a la isla de los niños, y veremos a un par de protagonistas: Ralph y Piggy. Estos niños naufragaron luego de un accidente en su avión. Suponiendo que habían llegado más niños y que podrían reunirse, utilizaron un elemento que encontraron en la isla: la caracola. Ralph hace el llamado y logra hacer la reunión. Es aquí en donde vienen los demás protagonistas y personajes (Jack, Simón, los demás cazadores, los gemelos, Sam y Eric, y los peques). La caracola va a ser uno de los primeros elementos simbólicos y de supervivencia que tendrán los niños. Significará orden y asamblea. Esta, además de ser utilizada para llamados, también sirve como el permiso para hablar para el que la posee, siendo de gran importancia para lograr el diálogo y la sintonía en una comunidad de niños perdidos que bien podrían desesperarse y estallar en llantos por la difícil situación, pero que deciden resolverlo de la manera más correcta, mostrando el lado más sensato y diplomático por naturaleza. Obviamente que en la trama aparecerá el otro lado de la moneda, es decir, la contraparte del lado sensato del humano y será este el elemento del punto de inflexión de la trama de esta historia.
Bien, ahí es solo en las primeras páginas. Lo interesante es analizar y reflexionar sobre las personalidades de cada personaje. Ralph y Piggy (no se sabe el nombre, le dicen así por su aspecto) son los primeros a los que avistamos y quienes tienen la idea de llamar a los otros con la caracola. Ralph se presenta ante la tribu de jóvenes con un aparente temple y madurez que le ayuda a ganarse el respeto de los demás y la posición de líder, simbolizando esa confianza y actitud que necesitaba la pequeña comunidad. Este propone normas basadas en las costumbres civilizadas, de orden y responsabilidad. Insiste en mantener el fuego encendido en la esperanza de ser rescatado y se identifica con su padre, de quien tiene su imagen constante y la esperanza de que vaya rescatarlo.
Piggy, por su parte, representa la inteligencia y el pensamiento lógico. Aunque Piggy no pueda ayudar directamente al grupo por ser rechazado por su físico y su condición, este lo hace indirectamente sugieriendo su opinión a Ralph.
Simón es un niño sensato que se encuentra distante de ambos lados de la comunidad. No se muestra a favor de Jack ni de Ralph, pero sí simpatiza más con el segundo. A partir de su punto de vista es que tenemos una macrovisualización de la situación de todos y de la angustia y preocupaciones, logrando predecir algunos hechos pero no pudiendo ayudar mucho, ya que él podría considerarse como un observador no participante (aparte de eso, fue mi personaje favorito).
Jack será la competencia para Ralph en el liderazgo, ya que los argumentos de este se verán cuestionados por no tener buen resultado y Jack lo aprovecha, movido por su envidia, para separar el grupo y unir a la mayoría en sus filas. Los protagonistas tendrán que convivir con la agresividad y el autoritarismo de este niño que podría ser tomado como el antagonista de la historia. Detrás de estos personajes hay más que encarnan diferentes comportamientos.
Una salvedad importante a destacar es el simbolismo de los objetos y su importancia para la comunidad de niños. Primero tenemos la caracola, que como ya expliqué anteriormente, representa la unión y la autoridad del grupo, aunque irá perdiendo su poder poco a poco. Luego se encuentran dos elementos que parecen ser tanto constructivos como destructivos: los lentes de Piggy y el cuchillo de Jack. Uno de los más importantes es la hoguera, que representa la esperanza e ilusión del rescate, y cuyo calor evoca reminiscencias del hogar por su calidez en la noche. Como una necesidad de protección y resguardo aparece la idea de construir refugios. El mar es el obstáculo que les impide llegar a casa, simbolizando la frontera y la soledad. Y por último, y no menos importante, el elemento que le da el nombre a este libro: El Señor de las Moscas, representando el miedo y la muerte.
Los primeros días en la isla serán evidencia del esfuerzo de los niños por mantener su actitud civilizada, pero poco a poco se irán naturalizando los hechos de estar sucios y andrajosos y utilizar como excusa el poder divertirse sin reglas en la isla para poder sublimar u ocultar la angustia que sufrían en el fondo, dejándose llevar por el ambiente salvaje que pulula en ese lugar, y dando lugar de una democracia a una anarquía. Además aparecerán miedos y preocupaciones irracionales propias de todo niño, como el miedo a "la fiera" u otros como serpientes, fantasmas, etc.
El señor Golding, a mi parecer, quiso pactar en papel la posible respuesta de una cuestión que se ha planteado a partir de una idea: ¿Qué ocurriría si un grupo de jóvenes tienen que sobrevivir en condiciones extremas y tuvieran que convivir con personalidades que chocan con las de ellos? Pues fue ese experimento sociológico que sirvió como pie para esta novela. Y no se ha quedado ahí, porque también plantea muchas más cuestiones antropológicas.
El Señor de las Moscas, gracias a todo esto, se ha convertido en un clásico años después de su publicación (1954), no solo atrapa por su argumento y sus alegorías, porque William G. logra adentrarte con una gran ambientación y su gran pluma hace que empatices con los personajes, que tienen diálogos simples pero pensamientos e ideas profundas; y ha servido de inspiración para novelas juveniles como Mazze Runner, Los Juegos del Hambre, entre otros que en la actualidad animan cada vez a más jóvenes a animarse a leer (también la serie Lost está inspirada en este libro). También, para los cinéfilos hay una adaptación en blanco y negro (1960) y otra más actual (1990), las cuales tengo pendientes de ver algún día.
Bueno, eso es todo.
Este libro es un clásico de la literatura, dejando al autor con el Premio Nobel de la Literatura, a pesar de que en la fecha de su publicación no se vendieron muchos ejemplares.
El nombre del libro se puede interpretar de dos maneras: una es que el título alude a la maldad humana, representada por Belcebú. El nombre de esta deidad deriva de Ba'al Zvuv, que significa El Señor de las Moscas. La otra interpretación sería de una cabeza de jabalí, como se ve en la portada, clavada en una lanza en la tierra. Este atrae a las moscas, por lo tanto, de ahí viene su nombre.
Bueno, hecha esta salvedad, prosigo con la trama. La novela empieza con la llegada a la isla de los niños, y veremos a un par de protagonistas: Ralph y Piggy. Estos niños naufragaron luego de un accidente en su avión. Suponiendo que habían llegado más niños y que podrían reunirse, utilizaron un elemento que encontraron en la isla: la caracola. Ralph hace el llamado y logra hacer la reunión. Es aquí en donde vienen los demás protagonistas y personajes (Jack, Simón, los demás cazadores, los gemelos, Sam y Eric, y los peques). La caracola va a ser uno de los primeros elementos simbólicos y de supervivencia que tendrán los niños. Significará orden y asamblea. Esta, además de ser utilizada para llamados, también sirve como el permiso para hablar para el que la posee, siendo de gran importancia para lograr el diálogo y la sintonía en una comunidad de niños perdidos que bien podrían desesperarse y estallar en llantos por la difícil situación, pero que deciden resolverlo de la manera más correcta, mostrando el lado más sensato y diplomático por naturaleza. Obviamente que en la trama aparecerá el otro lado de la moneda, es decir, la contraparte del lado sensato del humano y será este el elemento del punto de inflexión de la trama de esta historia.
Bien, ahí es solo en las primeras páginas. Lo interesante es analizar y reflexionar sobre las personalidades de cada personaje. Ralph y Piggy (no se sabe el nombre, le dicen así por su aspecto) son los primeros a los que avistamos y quienes tienen la idea de llamar a los otros con la caracola. Ralph se presenta ante la tribu de jóvenes con un aparente temple y madurez que le ayuda a ganarse el respeto de los demás y la posición de líder, simbolizando esa confianza y actitud que necesitaba la pequeña comunidad. Este propone normas basadas en las costumbres civilizadas, de orden y responsabilidad. Insiste en mantener el fuego encendido en la esperanza de ser rescatado y se identifica con su padre, de quien tiene su imagen constante y la esperanza de que vaya rescatarlo.
Piggy, por su parte, representa la inteligencia y el pensamiento lógico. Aunque Piggy no pueda ayudar directamente al grupo por ser rechazado por su físico y su condición, este lo hace indirectamente sugieriendo su opinión a Ralph.
Simón es un niño sensato que se encuentra distante de ambos lados de la comunidad. No se muestra a favor de Jack ni de Ralph, pero sí simpatiza más con el segundo. A partir de su punto de vista es que tenemos una macrovisualización de la situación de todos y de la angustia y preocupaciones, logrando predecir algunos hechos pero no pudiendo ayudar mucho, ya que él podría considerarse como un observador no participante (aparte de eso, fue mi personaje favorito).
Jack será la competencia para Ralph en el liderazgo, ya que los argumentos de este se verán cuestionados por no tener buen resultado y Jack lo aprovecha, movido por su envidia, para separar el grupo y unir a la mayoría en sus filas. Los protagonistas tendrán que convivir con la agresividad y el autoritarismo de este niño que podría ser tomado como el antagonista de la historia. Detrás de estos personajes hay más que encarnan diferentes comportamientos.
Una salvedad importante a destacar es el simbolismo de los objetos y su importancia para la comunidad de niños. Primero tenemos la caracola, que como ya expliqué anteriormente, representa la unión y la autoridad del grupo, aunque irá perdiendo su poder poco a poco. Luego se encuentran dos elementos que parecen ser tanto constructivos como destructivos: los lentes de Piggy y el cuchillo de Jack. Uno de los más importantes es la hoguera, que representa la esperanza e ilusión del rescate, y cuyo calor evoca reminiscencias del hogar por su calidez en la noche. Como una necesidad de protección y resguardo aparece la idea de construir refugios. El mar es el obstáculo que les impide llegar a casa, simbolizando la frontera y la soledad. Y por último, y no menos importante, el elemento que le da el nombre a este libro: El Señor de las Moscas, representando el miedo y la muerte.
Los primeros días en la isla serán evidencia del esfuerzo de los niños por mantener su actitud civilizada, pero poco a poco se irán naturalizando los hechos de estar sucios y andrajosos y utilizar como excusa el poder divertirse sin reglas en la isla para poder sublimar u ocultar la angustia que sufrían en el fondo, dejándose llevar por el ambiente salvaje que pulula en ese lugar, y dando lugar de una democracia a una anarquía. Además aparecerán miedos y preocupaciones irracionales propias de todo niño, como el miedo a "la fiera" u otros como serpientes, fantasmas, etc.
El señor Golding, a mi parecer, quiso pactar en papel la posible respuesta de una cuestión que se ha planteado a partir de una idea: ¿Qué ocurriría si un grupo de jóvenes tienen que sobrevivir en condiciones extremas y tuvieran que convivir con personalidades que chocan con las de ellos? Pues fue ese experimento sociológico que sirvió como pie para esta novela. Y no se ha quedado ahí, porque también plantea muchas más cuestiones antropológicas.
El Señor de las Moscas, gracias a todo esto, se ha convertido en un clásico años después de su publicación (1954), no solo atrapa por su argumento y sus alegorías, porque William G. logra adentrarte con una gran ambientación y su gran pluma hace que empatices con los personajes, que tienen diálogos simples pero pensamientos e ideas profundas; y ha servido de inspiración para novelas juveniles como Mazze Runner, Los Juegos del Hambre, entre otros que en la actualidad animan cada vez a más jóvenes a animarse a leer (también la serie Lost está inspirada en este libro). También, para los cinéfilos hay una adaptación en blanco y negro (1960) y otra más actual (1990), las cuales tengo pendientes de ver algún día.
Bueno, eso es todo.
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