21/5/18

Filosofía en la actualidad

Comparto un texto que teníamos pendiente de realizar para el exámen de filosofía, en el cual se debían incluir varios conceptos aprendidos y responder algunas preguntas. Espero que guste...



Muy a pesar de los textos que he leído, admito que me encuentro un poco inerme ante este desafío que se nos ha endosado. A mi me gusta pensar y me gusta divagar, pero a pesar de eso prefiero rehuir de esto. 
 Atribuiría este hecho a que me produce apatía que los otros sepan lo que estoy pensando o sintiendo, porque a pesar de que siempre intento organizar coherentemente lo que quiero decir, fallo. Y este fracaso ante no poder expresarme correctamente, potenciado con el juicio de otros, da nacimiento a este mutismo mío. Además, no suelo conseguir inspiración, y cuando la consigo me pongo a rumiar mis ideas por un largo rato hasta tenerlas casi claras.
  Es gracias a la escritura que me puedo sentir cómodo de purificar mi mente de inquietudes e incógnitas, de sentimientos o de disparates. Y bueno, ahí viene la catarsis…

 La primera incógnita con la que voy a dar pie al texto es lo relacionado con la diferencia del saber, el pensar y el saborear. A priori, antes de proponer algo, me parece que es menester ponerme a modo de Wikipedia y definir al pensar como una reacción inherente e inteligente del ser humano que surge a partir del contacto con algo que no sabemos, y es tan importante porque gracias a que pensamos podemos concebir a la esencia a partir de la existencia. Y a primera instancia, aquello que es desconocido nos incomoda, porque todo lo que no sabemos nos molesta, ya que todo lo que es asimétricamente ajeno a nuestra propiedad nos perturba. Así, comienza un proceso de apropiación para luego convertirse en saber, en propiedad. A lo desconocido, para comenzar, le buscamos el parecido con algo familiar; y luego terminamos por revisarlo de hito en hito, in extenso. Hecho el análisis, uno lo patenta de manera única en su mente. Y esta propiedad, a la que se llama saber, se le puede ir modificando. Pero, ¿Porqué al saber lo tengo como propiedad? Porque a medida que han pasado los siglos y las décadas, se ha vuelto tendencia cosificar al saber, connotación de que cada vez menos se lo está saboreando, sino que se lo está tragando.
 Y ahora voy a introducir una analogía algo grotesca pero verosímil: El saber es comida. Y, ¿Cómo es consumida la comida en estos tiempos? Se dice que en la actualidad se ha desarrollado la costumbre de vivir rápido (¿y morir rápido?), de que estamos hundidos en nuestras responsabilidades y modas y olvidamos lo que es disfrutar del momento. Pero no voy a salir con el típico “carpe diem”. No. A lo que quiero llegar con esto es que no se disfruta de la comida cuando se almuerza o cena. Se realiza “a las apuradas”.
 Tomando en cuenta todavía la analogía del saber como comida, se pueden ver personas anoréxicas, es decir, personas que rechazan la comida (o saber) y se quedan sumidos en su flaqueza o ignorancia consciente; también pareciera que muchos nos quisiéramos ahogar en comida, como si estuviéramos angustiados por no poder meternos más y más en la boca, por no poder contener más saber, y entonces nos volvemos bulímicos, es decir, vomitamos la comida o saber para meternos nuevamente otra comida o, valga por última vez la redundancia, el saber; existen los vigoréxicos, que buscan suplementos para parecer cada vez más musculosos o intelectuales; y por último, los críticos de la comida, cuyo lugar es el que ocupan los filósofos, ya que estos se detienen a saborear el saber. Lo peor es que todos esos trastornos neuróticos nacen muchas veces por la premisa de quedar bien ante la sociedad, es decir, de quedar como alguien que sabe, y alguien que sabe, como creen todavía muchas personas, es sinónimo de ser inteligente e intelectual, lo cual otorga un nivel de respeto ante los que nos rodean. Y mucha gente los respalda a ellos, pero nunca a los críticos (filósofos), quienes buscan reivindicar la verdad y el valor del saber.

 Y ya que estamos, ¿Qué es filosofar?
 Por lo que puedo entender, es una herramienta inexorablemente infaltable en el trabajo de un filósofo, y que podría explicarla burdamente como un amalgama de incógnitas, que derivan en respuestas, hipótesis o teorías, y que desemboca en muchas más incógnitas o dudas, solo para llegar a un fin que no está. Y esto, cuanto menos, es peculiar. Mis razones para considerarlo así es porque, desde mi perspectiva, filosofar sería algo que nos ha permitido trascender de aquellas explicaciones insensatas de los fenómenos para comprenderlo todo lo mejor y más racionalmente posible. Pero creo que así como debe ser un elemento hiper útil, creo que es algo que ensucia el ánimo cada vez que se lo usa. ¿Es que uno no se aturde de tanto filosofar e internalizar? ¿No se abruma de tantas preguntas y pocas respuestas? Por eso, es difícilmente complejo el concepto de filosofar. Sí apostaría a que filosofar le da un sentido a la vida. Satisface dudas, pero nos llena de otras más. Y no. No es malo esto. Así como el motivo de ser de muchos es la religión, a aquellos que no les satisface esa verdad sobrenatural derivan buscando la verdad absoluta. No sabría decir si para satisfacer su curiosidad o para mantenerse ocupados y no pensar en qué es lo que le da sentido a la vida.

 Otra consigna es: ¿Cuándo y cómo se hace filosofía?
 La filosofía se hace naturalmente desde que tenemos la capacidad cognitiva de pensar, ya que son dos conceptos que se encuentran estrechamente ligados. Pero desde un sentido sistemático y racional, se logra luego de que se comprenden o se abarcan ciertos conceptos o saberes abstractos y se los relaciona con cosas concretas. Luego, la filosofía es cosa cotidiana (pero asímismo no es tomada con la seriedad que se merece en la actualidad). En la vida diaria ocurren varios momentos en que recibimos estímulos que nos hacen filosofar, como el asombro que nos produce algún fenómeno majestuoso y monstruoso. A mi me ocurre con los rayos que caen cerca de la ventana de mi campo en la noche. Son estruendosos, monstruosos y majestuosos. Te hacen pensar que sos muy pequeño. Otro es la duda, por ejemplo, cuando la credibilidad de algún conocimiento o creencia es puesto en tela de juicio por nosotros mismos. Y el último es la situación límite. Estas situaciones son en las que sobrecargados de pensamientos explotamos en preguntas, dudas, asombro y comenzamos a pensar en nuestra situación actual y aquella situación límite que vivimos.

 Por último, y no menos importante: ¿Porqué razones creo que está incluida la materia Filosofía en el plan de estudios de todos los últimos años del secundario?
 ¿A quién se le ocurre hacer esta pregunta? Yo. En un principio me hacía esta misma, cuestionando la utilidad de la Filosofía. Y si me hubieran pedido que dé una idea mía de para qué me podía servir, sin pelos en la lengua hubiera intentado tirarla abajo, porque así de altanero soy a veces (a veces). Pero esta materia me está ayudando a encontrarme a mí mismo, a no apegarme a los saberes ni basar mis pensamientos en los de los otros. Me ha ayudado a tener un criterio, a internalizar, y a encontrarme con cuestiones con las que tengo que arreglar unos rounds y a aprender a que si me dejan en lona puedo levantarme y seguir. Pero me enseña también a que toda pelea que se empieza con una cuestión siempre perdurará hasta mi muerte, por lo tanto tengo que aceptar. Y es ahí en donde también aprendo a concebir la realidad de distintas maneras y a luchar para comprender.

 Hasta acá llegué.

 Veni, vidi, vici.

No hay comentarios:

Publicar un comentario